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005-CUARTO GRADO "A" y "B"

TALLER DE BIBLIOTECA 

馃憢HOLA ¿C脫MO EST脕N? 
LES DOY LA CORDIAL BIENVENIDA A ESTE ESPACIO DE 
LECTURA PARA DISFRUTAR ENTRE TODOS. 

ALGUIEN AFIRM脫 UNA VEZ... 馃挱


«Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un coraz贸n que llora».
Proverbio hind煤
馃憦
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3ra. PARTE DE ACTIVIDADES DEL PLAN DE CONTINGENCIA EDUCATIVA - COVID-19 


ACTIVIDADES:

CUENTOS DE LA SELVA - Horacio Quiroga




 馃悐LA GUERRA DE LOS YACAR脡S 馃悐

RECUERDA QUE SI A脷N NO TIENES EL LIBRO, ENCONTRAR脕S ESTE CUENTO EN EL SIGUIENTE ENLACE O LO PUEDES VER AQU脥 EN EL BLOG, M脕S ABAJO:




  1. DESPU脡S DE LA LECTURA O VISUALIZACI脫N DEL CUENTO, VAS A MODIFICAR EL FINAL DE LA HISTORIA: "EL TORPEDO QUE EL VIEJO SURUB脥 LE REGAL脫 A LOS YACAR脡S FALL脫. DE QU脡 OTRA MANERA PUDIERON LOS YACAR脡S DESHACERSE DEL VAPOR Y DEL DIQUE PARA QUE NADIE M脕S LOS MOLESTASE"
  2. ¡A PENSAR! Y ¡A ESCRIBIR! - USA TODA TU CREATIVIDAD E IMAGINACI脫N.
  3. LUEGO DIBUJA Y PINTA "LA GUERRA DE LOS YACAR脡S"


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(NO A LA SE脩O)


Bibliotecario: Alberto M. Gaetani 2020










                                                           
009 - 4潞GRADO "A" y "B"
4ta ENTREGA MARCO DEL PLAN DE CONTINUIDAD PEDAG脫GICA

BIBLIOTECA


CUENTOS DE LA SELVA 

DE 

HORACIO QUIROGA


LA GAMA CIEGA



LE脡 ATENTAMENTE EL CUENTO. SI NO TEN脡S EL LIBRO, POD脡S LEERLO EN ESTE BLOG.

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Horacio Quiroga
(1879-1937)

LA GAMA CIEGA
(Cuentos de la selva, 1918)




         Hab铆a una vez un venado —una gama— que tuvo dos hijos mellizos, cosa rara entre los venados. Un gato mont茅s se comi贸 a uno de ellos, y qued贸 s贸lo la hembra. Las otras gamas, que la quer铆an mucho, le hac铆an siempre cosquillas en los costados.
          Su madre le hacia repetir todas la ma帽anas, al rayar el d铆a, la oraci贸n de los venados . Y dice as铆:

I. Hay que oler bien primero las hojas antes de comerlas, porque algunas son venenosas.

II. Hay que mirar bien el r铆o y quedarse quieto antes de bajar a beber, para estar seguro de que no hay yacar茅s.

III. Cada media hora hay que levantar bien alto la cabeza y oler el viento, para sentir el olor del tigre.

IV. Cuando se come pasto del suelo hay que mirar siempre antes los yuyos, para ver si hay v铆boras.

         Este es el padrenuestro de los venados chicos. Cuando la gamita lo hubo aprendido bien, su madre la dej贸 andar sola.
         Una tarde, sin embargo, mientras la gamita recorr铆a el monte comiendo las hojitas tiernas, vio de pronto ante ella, en el hueco de un 谩rbol que estaba podrido, muchas bolitas juntas que colgaban. Ten铆an un color oscuro, como el de las pizarras.
         ¿Qu茅 ser铆a? Ella ten铆a tambi茅n un poco de miedo, pero como era muy traviesa, dio un cabezazo a aquellas cosas, y dispar贸.
          Vio entonces que las bolitas se hab铆an rajado, y que ca铆an gotas. Hab铆an salido tambi茅n muchas mosquitas rubias de cintura muy fina, que caminaban apuradas por encima.
          La gama se acerc贸, y las mosquitas no la picaron. Despacito, entonces, muy despacito, prob贸 una gota con la punta de la lengua, y se relami贸 con gran placer: aquellas gotas eran miel, y miel riqu铆sima porque las bolas de color pizarra eran una colmena de abejitas que no picaban porque no ten铆an aguij贸n. Hay abejas as铆.
         En dos minutos la gamita se tom贸 toda la miel, y loca de contenta fue a contarle a su mam谩. Pero la mam谩 la reprendi贸 seriamente. —Ten mucho cuidado, mi hija —le dijo—, con los nidos de abejas. La miel es una cosa muy rica, pero es muy peligroso ir a sacarla. Nunca te metas con los nidos que veas.
         La gamita grit贸 contenta: —¡Pero no pican, mam谩! Los t谩banos y las uras s铆 pican; las abejas, no.
          —Est谩s equivocada, mi hija —continu贸 la madre—. Hoy has tenido suerte, nada m谩s. Hay abejas y avispas muy malas. Cuidado, mi hija, porque me vas a dar un gran disgusto.
          —¡S铆, mam谩! ¡S铆, mam谩! —respondi贸 la gamita. Pero lo primero que hizo a la ma帽ana siguiente, fue seguir los senderos que hab铆an abierto los hombres en el monte, para ver con m谩s facilidad los nidos de abejas.
         Hasta que al fin hall贸 uno. Esta vez el nido ten铆a abejas oscuras, con una fajita amarilla en la cintura, que caminaban por encima del nido. El nido tambi茅n era distinto; pero la gamita pens贸 que, puesto que estas abejas eran m谩s grandes, la miel deb铆a ser m谩s rica.
         Se acord贸 asimismo de la recomendaci贸n de su mam谩; mas, crey贸 que su mam谩 exageraba, como exageraban siempre las madres de las gamitas. Entonces le dio un gran cabezazo al nido.
          ¡Ojal谩 nunca lo hubiera hecho! Salieron en seguida cientos de avispas, miles de avispas que le picaron en todo el cuerpo, le llenaron todo el cuerpo de picaduras, en la cabeza, en la barriga, en la cola; y lo que es mucho peor, en los mismos ojos. La picaron m谩s de diez en los ojos.
         La gamita, loca de dolor corri贸 y corri贸 gritando, hasta que de repente tuvo que pararse porque no ve铆a m谩s: estaba ciega, ciega del todo.
         Los ojos se le hab铆an hinchado enormemente, y no ve铆a m谩s. Se qued贸 quieta entonces, temblando de dolor y de miedo, y s贸lo pod铆a llorar desesperadamente.
         —¡Mam谩!... ¡Mam谩!...
         Su madre, que hab铆a salido a buscarla, porque tardaba mucho, la hall贸 al fin, y se desesper贸 tambi茅n con su gamita que estaba ciega. La llev贸 paso a paso hasta su cubil con la cabeza de su hija recostada en su pescuezo, y los bichos del monte que encontraban en el camino, se acercaban todos a mirar los ojos de la infeliz gamita.
         La madre no sab铆a qu茅 hacer. ¿Qu茅 remedios pod铆a hacerle ella? Ella sab铆a bien que en el pueblo que estaba del otro lado del monte viv铆a un hombre que ten铆a remedios. El hombre era cazador, y cazaba tambi茅n venados, pero era un hombre bueno.
         La madre ten铆a miedo, sin embargo, de llevar a su hija a un hombre que cazaba gamas. Como estaba desesperada se decidi贸 a hacerlo. Pero antes quiso ir a pedir una carta de recomendaci贸n al oso hormiguero, que era gran amigo del hombre.
         Sali贸, pues, despu茅s de dejar a la gamita bien oculta, y atraves贸 corriendo el monte, donde el tigre casi la alcanza. Cuando lleg贸 a la guarida de su amigo, no pod铆a dar un paso m谩s de cansancio.
         Este amigo era, como se ha dicho, un oso hormiguero; pero era de una especie peque帽a, cuyos individuos tienen un color amarillo, y por encima del color amarillo una especie de camiseta negra sujeta por dos cintas que pasan por encima de los hombros. Tienen tambi茅n la cola prensil porque viven siempre en los 谩rboles, y se cuelgan de la cola.
         ¿De d贸nde proven铆a la amistad estrecha entre el oso hormiguero y el cazador? Nadie lo sab铆a en el monte; pero alguna vez ha de llegar el motivo a nuestros o铆dos.
         La pobre madre, pues, lleg贸 hasta el cubil del oso hormiguero.
          —¡Tan!, ¡tan!, ¡tan! —llam贸 jadeante.
          —¿Qui茅n es? —respondi贸 el oso hormiguero.
         —¡Soy yo, la gama!
         —¡Ah, bueno! ¿Qu茅 quiere la gama?
         —Vengo a pedirle una tarjeta de recomendaci贸n para el cazador. La gamita, mi hija, est谩 ciega.
          —¿Ah, la gamita? —le respondi贸 el oso hormiguero—. Es una buena persona. Si es por ella, s铆 le doy lo que quiere. Pero no necesita nada escrito... Mu茅strele esto, y la atender谩.
         Y con el extremo de la cola, el oso hormiguero le extendi贸 a la gama una cabeza seca de v铆bora, completamente seca, que ten铆a a煤n los colmillos venenosos.
         —Mu茅strele esto —dijo a煤n el comedor de hormigas—. No se precisa m谩s.
         —¡Gracias, oso hormiguero! —respondi贸 contenta la gama—. Usted tambi茅n es una buena persona.
          Y sali贸 corriendo, porque era muy tarde y pronto iba a amanecer.
         AI pasar por su cubil recogi贸 a su hija, que se quejaba siempre, y juntas llegaron por fin al pueblo, donde tuvieron que caminar muy despacito y arrimarse a las paredes, para que los perros no las sintieran. Ya estaban ante la puerta del cazador.
         —¡Tan!, ¡tan!, ¡tan! —golpearon.
         —¿Qu茅 hay? —respondi贸 una voz de hombre, desde adentro. —¡Somos las gamas!... ¡TENEMOS LA CABEZA DE V脥BORA!
         La madre se apur贸 a decir esto, para que el hombre supiera bien que ellas eran amigas del oso hormiguero.
         —¡Ah, ah! —dijo el hombre, abriendo la puerta—. ¿Qu茅 pasa?
         —Venimos para que cure a mi hija, la gamita, que est谩 ciega.
         Y cont贸 al cazador toda la historia de las abejas.
         —¡Hum!... Vamos a ver qu茅 tiene esta se帽orita —dijo el cazador. Y volviendo a entrar en la casa, sali贸 de nuevo con una sillita alta, e hizo sentar en ella a la gamita para poderle ver bien los ojos sin agacharse mucho. Le examin贸 as铆 los ojos, bien de cerca con un vidrio redondo muy grande, mientras la mam谩 alumbraba con el farol de viento colgado de su cuello.
          —Esto no es gran cosa —dijo por fin el cazador, ayudando a bajar a la gamita—. Pero hay que tener mucha paciencia. P贸ngale esta pomada en los ojos todas las noches, y t茅ngale veinte d铆as en la oscuridad. Despu茅s p贸ngale estos lentes amarillos, y se curar谩.
         —¡Muchas gracias, cazador! —respondi贸 la madre, muy contenta y agradecida—. ¿Cu谩nto le debo?
         —No es nada —respondi贸 sonriendo el cazador—. Pero tenga mucho cuidado con los perros, porque en la otra cuadra vive precisamente un hombre que tiene perros para seguir el rastro de los venados.
         Las gamas tuvieron gran miedo; apenas pisaban, y se deten铆an a cada momento. Y con todo, los perros las olfatearon y las corrieron media legua dentro del monte. Corr铆an por una picada muy ancha, y delante la gamita iba balando.
          Tal como lo dijo el cazador se efectu贸 la curaci贸n. Pero s贸lo la gama supo cu谩nto le cost贸 tener encerrada a la gamita en el hueco de un gran 谩rbol, durante veinte d铆as interminables. Adentro no se ve铆a nada. Por fin una ma帽ana la madre apart贸 con la cabeza el gran mont贸n de ramas que hab铆a arrimado al hueco del 谩rbol para que no entrara luz, y la gamita, con sus lentes amarillos, sali贸 corriendo y gritando:
         —¡Veo, mam谩! ¡Ya veo todo!
         Y la gama, recostando la cabeza en una rama, lloraba tambi茅n de alegr铆a, al ver curada su gamita.
         Y se cur贸 del todo. Pero aunque curada, y sana y contenta, la gamita ten铆a un secreto que la entristec铆a. Y el secreto era 茅ste: ella quer铆a a toda costa pagarle al hombre que tan bueno hab铆a sido con ella y no sabia c贸mo.
          Hasta que un d铆a crey贸 haber encontrado el medio. Se puso a recorrer la orilla de las lagunas y ba帽ados buscando plumas de garza para llevarle al cazador. El cazador, por su parte, se acordaba a veces de aquella gamita ciega que 茅l hab铆a curado.
         Y una noche de lluvia estaba el hombre leyendo en su cuarto, muy contento porque acababa de componer el techo de paja, que ahora no se llov铆a m谩s; estaba leyendo cuando oy贸 que llamaban. Abri贸 la puerta, y vio a la gamita que le tra铆a un atadito, un plumerito todo mojado de plumas de garza.
         El cazador se puso a re铆r, y la gamita, avergonzada porque cre铆a que el cazador se re铆a de su pobre regalo, se fue muy triste. Busc贸 entonces plumas muy grandes, bien secas y limpias, y una semana despu茅s volvi贸 con ellas; y esta vez el hombre, que se hab铆a re铆do la vez anterior de cari帽o, no se ri贸 esta vez porque la gamita no comprend铆a la risa. Pero en cambio le regal贸 un tubo de tacuara lleno de miel, que la gamita tom贸 loca de contento.
         Desde entonces la gamita y el cazador fueron grandes amigos. Ella se empe帽aba siempre en llevarle plumas de garza que valen mucho dinero, y se quedaba las horas charlando con el hombre. 脡l pon铆a siempre en la mesa un jarro enlozado lleno de miel, y arrimaba la sillita alta para su amiga. A veces le daba tambi茅n cigarros que las gamas comen con gran gusto, y no les hacen mal. Pasaban as铆 el tiempo, mirando la llama, porque el hombre ten铆a una estufa de le帽a mientras afuera el viento y la lluvia sacud铆an el alero de paja del rancho.
         Por temor a los perros, la gamita no iba sino en las noches de tormenta. Y cuando ca铆a la tarde y empezaba a llover, el cazador colocaba en la mesa el jarrito con miel y la servilleta, mientras 茅l tomaba caf茅 y le铆a, esperando en la puerta el ¡tan-tan! bien conocido de su amiga la gamita.


de comprensi贸n de la lectura


1.- ¿QU脡 ESPECIE ANIMAL ES UNA GAMA?

2.- TRANSCRIBE LA "ORACI脫N DE LOS VENADOS" QUE DEBEN APRENDER TODAS LAS GAMITAS.

3.- ¿QU脡 SUCEDI脫 CUANDO LA GAMITA HALL脫 EL NIDO DE LAS AVISPAS? ESTOS INSECTOS, ¿ACTUARON IGUAL QUE LAS ABEJAS QUE ENCONTR脫 ANTERIOMENTE?

4.- ¿QU脡 LE SUCEDI脫 A LA GAMITA? ¿QU脡 DECIDI脫 HACER LA MAM脕?

5.- DESCRIBE AL OSO HORMIGUERO.

6.- ¿QU脡 LE DIO EL OSO HORMIGUERO A LA GAMA PARA LLEVARLE AL CAZADOR?

7.- ¿C脫MO SE CUR脫 LA GAMITA?

8.- ¿CU脕LES FUERON LOS REGALOS QUE SE DABAN MUTUAMENTE EL CAZADOR Y LA GAMITA CUANDO SE HICIERON AMIGOS?

9.- REFLEXIONA CU脕L FUE LA CAUSA POR LA CUAL LA GAMITA QUED脫 CIEGA, SI SU MAM脕 LE HAB脥A ADVERTIDO SOBRE LO QUE LE POD脥A SUCEDER.





HISTORIA DE DOS CACHORROS DE COAT脥 

Y DE DOS 

CACHORROS DE HOMBRE




LE脡 ATENTAMENTE EL CUENTO. SI NO TEN脡S EL LIBRO, POD脡S LEERLO EN ESTE BLOG.

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Horacio Quiroga
(1879-1937)
Historia de dos cachorros de coat铆
y de dos cachorros de hombre
(Cuentos de la selva, 1918)




         Hab铆a una vez un coat铆 que ten铆a tres hijos. Viv铆an en el monte comiendo frutas, ra铆ces y huevos de pajaritos. Cuando estaban arriba de los 谩rboles y sent铆an un gran ruido, se tiraban al suela de cabeza y sal铆an corriendo con la cola levantada.
         Una vez que los coaticitos fueron un poco grandes, su madre los reuni贸 un d铆a arriba de un naranjo y les habl贸 as铆:
         —Coaticitos: ustedes son bastante grandes para buscarse la comida solos. Deben aprenderlo, porque cuando sean viejos andar谩n siempre solos, como todos los coat铆s. El mayor de ustedes, que es muy amigo de cazar cascarudos, puede encontrarlos entre los palos podridos, porque all铆 hay muchos cascarudos y cucarachas. El segundo, que es gran comedor de frutas, puede encontrarlas en este naranjal; hasta diciembre habr谩 naranjas. El tercero, que no quiere comer sino huevos de p谩jaros, puede ir a todas partes, porque en todas partes hay nidos de p谩jaros. Pero que no vaya nunca a buscar nidos al campo, porque es peligroso.
         "Coaticitos hay una sola cosa a la cual deben tener gran miedo. Son los perros. Yo pele茅 una vez con ellos, y s茅 lo que les digo; por eso tengo un diente roto. Detr谩s de los perros vienen siempre los hombres con un gran ruido, que mata. Cuando oigan cerca este ruido, t铆rense de cabeza al suelo, por alto que sea el 谩rbol. Si no lo hacen as铆, los matar谩n con seguridad de un tiro".
         As铆 habl贸 la madre. Todos se bajaron entonces y se separaron, caminando de derecha a izquierda y de izquierda a derecha, como si hubieran perdido algo, porque as铆 caminan los coat铆s.
         El mayor, que quer铆a comer cascarudos, busc贸 entre los palos podridos y las hojas de los yuyos, y encontr贸 tantos, que comi贸 hasta quedarse dormido. El segundo, que prefer铆a las frutas a cualquier cosa, comi贸 cuantas naranjas quiso, porque aquel naranjal estaba dentro del monte, como pasa en el Paraguay y Misiones, y ning煤n hombre vino a incomodarlo. El tercero, que era loco por los huevos de p谩jaros, tuvo que andar todo el d铆a para encontrar 煤nicamente dos nidos; uno de tuc谩n, que ten铆a tres huevos, y uno de t贸rtolas, que tenia s贸lo dos. Total, cinco huevos chiquitos, que era muy poca comida; de modo que al caer la tarde el coaticito tenia tanta hambre como de ma帽ana, y se sent贸 muy triste a la orilla del monte. Desde all铆 ve铆a el campo, y pens贸 en la recomendaci贸n de su madre.
         —¿Por qu茅 no querr谩 mam谩 —se dijo— que vaya a buscar nidos en el campo?
         Estaba pensando as铆 cuando oy贸, muy lejos, el canto de un p谩jaro. .
          —¡Qu茅 canto tan fuerte! —dijo admirado—. ¡qu茅 huevos tan grandes debe tener ese p谩jaro!
         El canto se repiti贸. Y entonces el coat铆 se puso a correr por entre el monte, cortando camino, porque el canto hab铆a sonado muy a su derecha. El sol ca铆a ya, pero el coat铆 volaba con la cola levantada. Lleg贸 a la orilla del monte, por fin, y mir贸 al campo. Lejos vio la casa de los hombres, y vio a un hombre con botas que llevaba un caballo de la soga. Vio tambi茅n un p谩jaro muy grande que cantaba y entonces el coaticito se golpe贸 la frente y dijo:
         —¡Qu茅 zonzo soy! Ahora ya s茅 qu茅 p谩jaro es 茅se. Es un gallo; mam谩 me lo mostr贸 un d铆a de arriba de un 谩rbol. Los gallos tienen un canto lind铆simo, y tienen muchas gallinas que ponen huevos. ¡Si yo pudiera comer huevos de gallina!...
         Es sabido que nada gusta tanto a los bichos chicos de monte como los huevos de gallina. Durante un rato el coaticito se acord贸 de la recomendaci贸n de su madre. Pero el deseo pudo m谩s, y se sent贸 a la orilla del monte, esperando que cerrara bien la noche para ir al gallinero.
         La noche cerr贸 por fin, y entonces, en puntas de pie y paso a paso, se encamin贸 a la casa. Lleg贸 all谩 y escuch贸 atentamente: no se sent铆a el menor ruido. El coaticito, loco de alegr铆a porque iba a comer cien, mil, dos mil huevos de gallina, entr贸 en el gallinero, y lo primero que vio bien en la entrada fue un huevo que estaba solo en el suelo. Pens贸 un instante en dejarlo para el final, como postre, porque era un huevo muy grande, pero la boca se le hizo agua, y clav贸 los dientes en el huevo.
         Apenas lo mordi贸, ¡TRAC!, un terrible golpe en la cara y un inmenso dolor en el hocico.
         —¡Mam谩, mam谩! —grit贸, loco de dolor, saltando a todos lados. Pero estaba sujeto, y en ese momento oy贸 el ronco ladrido de un perro.
         Mientras el coat铆 esperaba en la orilla del monte que cerrara bien la noche para ir al gallinero, el hombre de la casa jugaban sobre la gramilla con sus hijos, dos criaturas rubias de cinco y seis a帽os, que corr铆an riendo, se ca铆an, se levantaban riendo otra vez, y volv铆an a caerse. El padre se ca铆a tambi茅n, con gran alegr铆a de los chicos. Dejaron por fin de jugar porque ya era de noche, y el hombre dijo entonces:
         —Voy a poner la trampa para cazar a la comadreja que viene a matar los pollos y robar los huevos.
         Y fue y arm贸 la trampa. Despu茅s comieron y se acostaron. Pero las criaturas no ten铆an sue帽o, y saltaban de la cama del uno a la del otro y se enredaban en el camis贸n. El padre, que le铆a en el comedor, los dejaba hacer. Pero los chicos de repente se detuvieron en sus saltos y gritaron:
         —¡Pap谩! ¡Ha ca铆do la comadreja en la trampa! ¡Tuk茅 esta ladrando! ¡Nosotros tambi茅n queremos ir, pap谩!
         El padre consinti贸, pero no sin que las criaturas se pusieran las sandalias, pues nunca los dejaba andar descalzos de noche, por temor a las v铆boras.
         Fueron. ¿Qu茅 vieron all铆? Vieron a su padre que se agachaba, teniendo al perro con una mano, mientras con la otra levantaba por la cola a un coat铆, un coaticito chico a煤n, que gritaba con un chillido rapid铆simo y estridente, como un grillo.
         —¡Pap谩, no lo mates! —dijeron las criaturas—. ¡Es muy chiquito! ¡D谩noslo para nosotros!
          —Bueno, se los voy a dar —respondi贸 el padre—. Pero cu铆denlo bien, y sobre todo no se olviden de que los coat铆s toman agua como ustedes.
         Esto lo dec铆a porque los chicos hab铆an tenido una vez un gatito mont茅s al cual a cada rato le llevaban carne, que sacaban de la fiambrera pero nunca le dieron agua, y se muri贸.
         En consecuencia, pusieron al coat铆 en la misma jaula del gato mont茅s, que estaba cerca del gallinero, y se acostaron todos otra vez.
         Y cuando era m谩s de medianoche y hab铆a un gran silencio, el coaticito, que sufr铆a mucho por los dientes de la trampa, vio, a la luz de la luna, tres sombras que se acercaban con gran sigilo. El coraz贸n le dio un vuelco al pobre coaticito al reconocer a su madre y sus dos hermanos que lo estaban buscando.
         —¡Mam谩, mam谩! —murmur贸 el prisionero en voz muy baja para no hacer ruido—. ¡Estoy aqu铆! ¡S谩quenme de aqu铆! ¡No quiero quedarme, ma... m谩! —y lloraba desconsolado.
         Pero a pesar de todo estaban contentos porque se hab铆an encontrado, y se hac铆an mil caricias en el hocico.
         Se trat贸 en seguida de hacer salir al prisionero. Probaron primero cortar el alambre tejido, y los cuatro se pusieron a trabajar con los dientes; mas no consegu铆an nada. Entonces a la madre se le ocurri贸 de repente una idea, y dijo:
         —¡Vamos a buscar las herramientas del hombre! Los hombres tienen herramientas para cortar fierro. Se llaman limas. Tienen tres lados como las v铆boras de cascabel. Se empuja y se retira. ¡Vamos a buscarla!
         Fueron al taller del hombre y volvieron con la lima. Creyendo que uno solo no tendr铆a fuerzas bastantes, sujetaron la lima entre los tres y empezaron el trabajo. Y se entusiasmaron tanto, que al rato la jaula entera temblaba con las sacudidas y hac铆a un terrible ruido. Tal ruido hac铆a, que el perro se despert贸, lanzando un ronco ladrido. Mas los coat铆s no esperaron a que el perro les pidiera cuenta de ese esc谩ndalo y dispararon al monte, dejando la lima tirada.
         Al d铆a siguiente, los chicos fueron temprano a ver a su nuevo hu茅sped, que estaba muy triste.
         —¿Qu茅 nombre le pondremos? —pregunt贸 la nena a su hermano.
         —¡Ya s茅! —respondi贸 el varoncito—. ¡Le pondremos Diecisiete!
         ¿Por qu茅 Diecisiete? Nunca hubo bicho del monte con nombre m谩s raro. Pero el varoncito estaba aprendiendo a contar, y tal vez le hab铆a llamado la atenci贸n aquel n煤mero.
         El caso es que se llam贸 Diecisiete. Le dieron pan, uvas, chocolate, carne, langostas, huevos, riqu铆simos huevos de gallina, lograron que en un solo d铆a se dejara rascar la cabeza; y tan grande es la sinceridad del cari帽o de las criaturas, que, al llegar la noche, el coat铆 estaba casi resignado con su cautiverio. Pensaba a cada momento en las cosas ricas que hab铆a para comer all铆, y pensaba en aquellos rubios cachorritos de hombre que tan alegres y buenos eran.
         Durante dos noches seguidas, el perro durmi贸 tan cerca de la jaula, que la familia del prisionero no se atrevi贸 a acercarse, con gran sentimiento. Cuando a la tercera noche llegaron de nuevo a buscar la lima para dar libertad al coaticito, 茅ste les dijo:
         —Mam谩: yo no quiero irme m谩s de aqu铆. Me dan huevos y son muy buenos conmigo. Hoy me dijeron que si me portaba bien me iban a dejar suelto muy pronto. son como nosotros son cachorritos tambi茅n, y jugamos juntos.
         Los coat铆s salvajes quedaron muy tristes, pero se resignaron, prometiendo al coaticito venir todas las noches a visitarlo.
         Efectivamente, todas las noches, lloviera o no, su madre y sus hermanos iban a pasar un rato con 茅l. El coaticito les daba pan por entre el tejido de alambre, y los coat铆s salvajes se sentaban a comer frente a la jaula.
         Al cabo de quince d铆as, el coaticito andaba suelto y 茅l mismo se iba de noche a su jaula. Salvo algunos tirones de orejas que se llevaba por andar muy cerca del gallinero, todo marchaba bien. 脡l y las criaturas se quer铆an mucho, y los mismos coat铆s salvajes, al ver lo buenos que eran aquellos cachorritos de hombre, hab铆an concluido por tomar cari帽o a las dos criaturas.
         Hasta que una noche muy oscura, en que hac铆a mucho calor y tronaba, los coat铆s salvajes llamaron al coaticito y nadie les respondi贸. Se acercaron muy inquietos y vieron entonces, en el momento en que casi la pisaban, una enorme v铆bora que estaba enroscada en la entrada de la jaula. Los coat铆s comprendieron en seguida que el coaticito hab铆a sido mordido al entrar, y no hab铆a respondido a su llamado porque acaso estaba ya muerto. Pero lo iban a vengar bien. En un segundo, entre los tres, enloquecieron a la serpiente de cascabel, saltando de aqu铆 para all谩, y en otro segundo, cayeron sobre ella, deshaci茅ndole la cabeza a mordiscones.
         Corrieron entonces adentro, y all铆 estaba en efecto el coaticito, tendido, hinchado, con las patas temblando y muri茅ndose. En balde los coat铆s salvajes lo movieron; lo lamieron en balde por todo el cuerpo durante un cuarto de hora. El coaticito abri贸 por fin la boca y dej贸 de respirar, porque estaba muerto.
         Los coat铆s son casi refractarios como se dice, al veneno de las v铆boras. No les hace casi nada el veneno, y hay otros animales, como la mangosta que resisten muy bien el veneno de las v铆boras. Con toda seguridad el coaticito hab铆a sido mordido en una arteria o una vena porque entonces la sangre se envenena en seguida, y el animal muere. Esto le hab铆a pasado al coaticito.
         Al verlo as铆, su madre y sus hermanos lloraron un largo rato. Despu茅s, como nada m谩s ten铆an que hacer all铆, salieron de la jaula, se dieron vuelta para mirar por 煤ltima vez la casa donde tan feliz hab铆a sido el coaticito, y se fueron otra vez al monte.
         Pero los tres coat铆s, sin embargo, iban muy preocupados, y su preocupaci贸n era 茅sta: ¿qu茅 iban a decir los chicos, cuando, al d铆a siguiente, vieran muerto a su querido coaticito? Los chicos le quer铆an much铆simo, y ellos, los coat铆s, quer铆an tambi茅n a los cachorritos rubios. As铆 es que los tres coat铆s ten铆an el mismo pensamiento, y era evitarles ese gran dolor a los chicos.
         Hablaron un largo rato y al fin decidieron lo siguiente: el segundo de los coat铆s, que se parec铆a much铆simo al menor en cuerpo y en modo de ser, iba a quedarse en la jaula en vez del difunto. Como estaban enterados de muchos secretos de la casa, por los cuentos del coaticito, los chicos no desconocer铆an nada; extra帽ar铆an un poco algunas cosas, pero nada m谩s.
         Y as铆 pas贸 en efecto. Volvieron a la casa, y un nuevo coaticito , reemplaz贸 al primero, mientras la madre y el otro hermano se llevaban sujetos a los dientes el cad谩ver del menor. Lo llevaron despacio al monte, y la cabeza colgaba, balance谩ndose, y la cola iba arrastrando por el suelo.
         Al d铆a siguiente los chicos extra帽aron, efectivamente, algunas costumbres raras del coaticito. Pero como 茅ste era tan bueno y cari帽oso como el otro, las criaturas no tuvieron la menor sospecha. Formaron la misma familia de cachorritos de antes, y, como antes, los coat铆s salvajes ven铆an noche a noche a visitar al coaticito civilizado, y se sentaban a su lado a comer pedacitos de huevos duros que 茅l les guardaba, mientras ellos le contaban la vida de la selva.






             de comprensi贸n de la lectura

1.- ¿QU脡 LE SUCEDI脫 AL COATICITO Y POR QU脡 EL HERMANO DECIDI脪 REEMPLAZARLO?





INTEGRACI脫N CON CIENCIAS NATURALES (BIOLOG脥A)
INFORME ZOOL脫GICO


CONSIGNAS:

1.- INVESTIGAR ACERCA DE LOS SIGUIENTES ANIMALES QUE HABITAN LA SELVA MISIONERA: GAMA O VENADO DE MISIONES - OSO HORMIGUERO DE COLA PRENSIL - AVISPA - COAT脥
CARACTER脥STICAS F脥SICAS, DE COMPORTAMIENTO, DE ALIMENTACI脫N, Y TODOS LOS DATOS QUE TE PAREZCAN INTERESANTES DE CADA UNO.

2.- DIBUJALOS Y SI POD脡S, INCLU脥 IM脕GENES O FIGURITAS.





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018 - 4潞GRADO "A" y "B"
5ta ENTREGA MARCO DEL PLAN DE CONTINUIDAD PEDAG脫GICA

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 GRADO







CUENTOS DE LA SELVA 

DE 

HORACIO QUIROGA


    EL PASO  DEL  YABEBIR脥   


S脫LO PARA AQUELLOS QUE 馃憠NO馃憟 TIENEN EL LIBRO, ENTRANDO A YOUTUBE Y ESCRIBIENDO : EL PASO DEL YABEBIR脥 HORACIO QUIROGA O HACIENDO CLICK EN EL SIGUIENTE ENLACE:


(DURACI脫N APROXIMADA 26´04´´)






DESPU脡S DE LA LECTURA O DE HABER VISTO EL VIDEO DEL CUENTO, TRABAJAR脕N CON LA COMPRENSI脫N DE LA MISMA.

1.- ¿D脫NDE EST脕 UBICADO EL R脥O YABEBIR脥? ¿QU脡 SIGNIFICA YABEBIR脥?

2.- ¿POR QU脡 LAS RAYAS SON AMIGAS DEL HOMBRE?

3.- EN POCAS ORACIONES EXPLIQUEN QU脡 OCURRI脫 EN ESTA HISTORIA.

4.- DIBUJEN Y PINTEN UNA ESCENA DEL CUENTO QUE IMAGINEN.

5.- ARTICULACI脫N CON CIENCIAS NATURALES PARA TODOS:

  • BUSQUEN Y COPIEN INFORMACI脫N SOBRE LA RAYA DE R脥O. INCLUYAN DIBUJOS O IM脕GENES IMPRESAS.



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024 - 4潞GRADO "A" y "B"
6ta ENTREGA MARCO DEL PLAN DE CONTINUIDAD PEDAG脫GICA

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GRADO




9 DE JULIO
1816-2020



¡HOLA CHICOS DE SEGUNDO CICLO!

DOCUMENTOS HIST脫RICOS PARA APRENDER M脕S.


LEAN LOS SIGUIENTES DOCUMENTOS RELACIONADOS A NUESTRA HISTORIA.






















  1. EMPANADA: SELLO NACIONAL
  • ¿LES GUSTAN LAS EMPANADAS? SEGURO QUE S脥. MI FAVORITA ES LA DE ROQUEFORT (O QUESO AZUL) Y JAM脫N. ¿Y LA DE USTEDES?
  • DIBUJEN Y PINTEN SU EMPANADA FAVORITA, DULCE O SALADA.
  • REALICEN UN LISTADO DE TODOS LOS INGREDIENTES NECESARIOS PARA CONFECCIONARLAS.
  • PIDAN AYUDA A UN ADULTO: COPIEN LA RECETA PARA ELABORARLAS, PASO A PASO.
  • SI DESEAN HACERLAS, Y CONVERTIRSE EN "COCINEROS" PUEDEN  ENVIARME FOTOS DE LAS MISMAS.
    2. LEAN LOS RESTANTES DOCUMENTOS HIST脫RICOS. ELIJAN SOLO                  TRES DE ELLOS. 
        COMENTEN POR ESCRITO Y EN MUY POCAS ORACIONES QU脡 
        DATOS SON LOS M脕S IMPORTANTES DE CADA UNO.


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030 - 4潞GRADO "A" y "B"
7ma ENTREGA MARCO DEL PLAN DE CONTINUIDAD PEDAG脫GICA

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CUENTOS DE LA SELVA DE HORACIO QUIROGA



¡HOLA CHICOS! HEMOS LLEGADO FINALMENTE AL 脷LTIMO CUENTO DEL LIBRO:
"LA ABEJA HARAGANA"

LES DEJO EL ENLACE DEL CUENTO EN EL CANAL DE YOUTUBE PARA QUIENES NO TIENEN EL LIBRO:



ESTE CUENTO, ES SIMILAR A LA F脕BULA https://g.co/kgs/FGBSFo DE LA CIGARRA Y LA HORMIGA: https://youtu.be/KltArY7Xdn0 .

A CONTINUACI脫N, VAMOS A LEER DICHA F脕BULA:


La cigarra y la hormiga



Un caluroso verano, una cigarra cantaba sin parar debajo de un 谩rbol. No ten铆a ganas de trabajar; s贸lo quer铆a disfrutar de sol y cantar, cantar y cantar.

   Un d铆a pas贸 por all铆 una hormiga que llevaba a cuestas un grano de trigo muy grande. La cigarra se burl贸 de ella:

   -¿Ad贸nde vas con tanto peso? ¡Con el buen d铆a que hace, con tanto calor! Se est谩 mucho mejor aqu铆, a la sombra, cantando y jugando. Est谩s haciendo el tonto, ji, ji, ji se ri贸 la cigarra -. No sabes divertirte...

   La hormiga no hizo caso y sigui贸 su camino silenciosa y fatigada; pas贸 todo el verano trabajando y almacenando provisiones para el invierno. Cada vez que ve铆a a la cigarra, 茅sta se re铆a y le cantaba alguna canci贸n burlona:

   -¡Qu茅 risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qu茅 risa me dan las hormigas porque no pueden jugar! As铆 pas贸 el verano y lleg贸 el fr铆o.

   La hormiga se meti贸 en su hormiguero calentita, con comida suficiente para pasar todo el invierno, y se dedic贸 a jugar y estar tranquila.

   Sin embargo, la cigarra se encontr贸 sin casa y sin comida. No ten铆a nada para comer y estaba helada de fr铆o. Entonces, se acord贸 de la hormiga y fue a llamar a su puerta.

   Se帽ora hormiga, como s茅 que en tu granero hay provisiones de sobra, vengo a pedirte que me prestes algo para que pueda vivir este invierno. Ya te lo devolver茅 cuando me sea posible.

   La hormiga escondi贸 las llaves de su granero y respondi贸 enfadada:

   -¿Crees que voy a prestarte lo que me cost贸 ganar con un trabajo inmenso? ¿Qu茅 has hecho, holgazana, durante el verano?

   - Ya lo sabes - respondi贸 apenada la cigarra -, a todo el que pasaba, yo le cantaba alegremente sin parar un momento.

   - Pues ahora, yo como t煤 puedo cantar: ¡Qu茅 risa me dan las hormigas cuando van a trabajar! ¡Qu茅 risa me dan las hormigas porque no pueden jugar!

   Y dicho esto, le cerr贸 la puerta a la cigarra.

   A partir de entonces, la cigarra aprendi贸 a no re铆rse de nadie y a trabajar un poquito m谩s.

              


Adaptaci贸n de la f谩bula de LA FONTAINE








1.- COPIEN LA DEFINICI脫N DE F脕BULA.

2.- ¿QU脡 ES UNA MORALEJA?

3.- INVESTIGUEN Y COPIEN LAS BIOGRAF脥AS DE LOS SIGUIENTES FABULISTAS:
ESOPO Y JEAN DE LA FONTAINE.

4.- LUEGO DE LA LECTURA DEL CUENTO "LA ABEJA HARAGANA" Y DE LA F脕BULA "LA CIGARRA Y LA HORMIGA", EXPLIQUEN QU脡 TIENEN EN COM脷N AMBOS RELATOS. ¿CU脕L SER脥A LA MORALEJA DE AMBOS?

5.- BUSQUEN LA F脕BULA "LA LIEBRE Y LA TORTUGA", L脡ANLA Y COPIEN EN SU CARPETA. ¿CU脕L ES LA MORALEJA?






                                                


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0334潞GRADO "A" y "B"
8va. ENTREGA MARCO DEL PLAN DE CONTINUIDAD PEDAG脫GICA

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GRADO






Hola Chicos, bienvenidos nuevamente. Y finalmente llegamos al mes de:


EL CUENTO TRADICIONAL

Los cuentos tradicionales son relatos en los que suceden hechos extraordinarios que no ocurren en la realidad. Se transmitieron oralmente a trav茅s de los siglos. Por lo tanto sufrieron modificaciones a partir del relato original. Los cuentos maravillosos o de hadas son parte de este tipo de relatos.

Tienen ciertas caracter铆sticas, por ejemplo comienzan con la frase “Hab铆a una vez o 脡rase una vez”, esto indica que no se sabe cu谩ndo ocurren los hechos, tampoco d贸nde espec铆ficamente; s贸lo se indica un pa铆s lejano, una comarca, o un lejano reino.

Los personajes suelen ser reyes, pr铆ncipes y princesas, hadas, duendes, animales que hablan y act煤an como personas, brujas, entre otros.

El argumento de los cuentos suele ser parecido. El personaje principal del cuento se enfrenta a un problema, debe atravesar por una serie de pruebas para obtener un premio, pero en su camino se encuentra con el antagonista, que es personaje “maligno” de la historia. El protagonista siempre recibe ayuda de “amigos ”o “ayudantes” que lo van a guiar para que derrote al enemigo. Esto ocurre gracias a la intervenci贸n de alg煤n objeto m谩gico, como pueden ser un anillo, una varita, u otro objeto maravilloso.

Estos cuentos siempre tienen un final feliz. El antagonista es derrotado y el protagonista triunfa logrando un premio.

Ejemplos de cuentos tradicionales son: Caperucita Roja, Los tres cerditos, El gato con botas y dentro de este g茅nero se pueden clasificar como maravillosos La Cenicienta, La Bella Durmiente y el cuento que a continuaci贸n te presento: La Reina de las Abejas.

A continuaci贸n, lean el cuento "La Reina de las Abejas" de los Hermanos Grimm.


Les comparto el siguiente enlace de youtube: 

"El 谩rbol de las manzanas de oro"

VIDEO:









EL CUENTO TRADICIONAL

 

1-  Investiguen y copien las biograf铆as de Charles Perrault, Hans Cristhian Andersen y Jacobo y Guillermo Grimm.

 

2-  Realicen un listado de los cuentos tradicionales que conozcan.

 

3-  Despu茅s de la lectura del cuento “La Reina de las Abejas” respondan: ¿Cu谩les son los hechos maravillosos que ocurren en el relato?

 

4-  “El 脕rbol de las Manzanas de Oro”: ¿Cu谩l es la importancia del manzano en este cuento?

 

5-  Completen el siguiente cuadro:

 

 

La Reina de las Abejas

El 脕rbol de las Manzanas de Oro

Personaje principal (protagonista)

 

 

Antagonista(s)

 

 

Ayudante(s)

 

 

Prueba(s)

 

 

Elemento m谩gico

 

 

Premio

 

 

 

6-  ¿Se animan a escribir un cuento maravilloso?

 

Piensen en un personaje principal o protagonista.

Tambi茅n en un antagonista que dificulte la o las tareas del h茅roe o personaje principal.

Uno o varios desaf铆os que el h茅roe del cuento deba sortear.

Uno o varios ayudantes que acompa帽en al h茅roe, para que pueda obtener el premio resolviendo satisfactoriamente los desaf铆os impuestos por el antagonista.

Un elemento m谩gico.

De qu茅 manera sortear谩 las dificultades impuestas por el antagonista.

 

¡Importante!

·       Recuerden que el cuento deber谩 tener un t铆tulo.

·       Cuidado con la elecci贸n de los personajes: deben ser propios de los cuentos tradicionales/maravillosos. Si tienen dudas relean las caracter铆sticas de este tipo de cuentos.

·       Aqu铆 robots, extraterrestres, zombies, fantasmas, hombres lobo, entre otros NO son personajes de los cuentos tradicionales, por lo tanto no deben ser incluidos en el argumento.

·       Si lo desean pueden completar un cuadro similar al del punto 5 para guiarse antes de comenzar a escribir el cuento.

·       Recuerden que los cuentos tradicionales/maravillosos comienzan con “Hab铆a una vez”, o “脡rase una vez” y siempre tienen un final “feliz”.

Tengan en cuenta las SECUENCIAS NARRATIVAS: en la INTRODUCCI脫N ubiquen a los personajes en un tiempo indefinido (Hab铆a una vez) y en un espacio o  lugar (un lejano reino, por ejemplo).

En el NUDO se desarrolla el argumento del cuento, y por 煤ltimo en el DESENLACE,  la historia se resuelve siempre con un final feliz porque el protagonista obtiene un premio.

 

Pidan colaboraci贸n a un adulto ante cualquier duda o cons煤ltenme a trav茅s del correo electr贸nico.

Si lo desean pueden dibujar y pintar alguna escena narrada del cuento; y si se animan a m谩s, pueden crear un libro con ilustraciones similar a los de peque帽o formato que se venden en las librer铆as, ¿Qu茅 les pareci贸 la idea?

 

¡Seguramente escribir谩n cuentos geniales!


RECORDANDO A DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO





 SARMIENTO FORESTADOR

 


Domingo Faustino Sarmiento fue el impulsor de la actividad forestal, lo subray贸 en un discurso durante la presidencia (1868-1874). “La pampa es como nuestra Rep煤blica, tela rasa. Es la tela en la que ha de bordarse una naci贸n. Es necesario escribir sobre ella ¡谩rboles!, ¡planten 谩rboles!”.

Por ello impuls贸 la plantaci贸n de eucaliptos. Propuso el eucalipto de Australia. En 1858 hizo traer desde Ocean铆a las primeras semillas que se distribuyeron y brotaron en casi todo el pa铆s. En pocas d茅cadas, millones de eucaliptos cubr铆an estas tierras.

En terrenos que pertenecieron a Juan Manuel de Rosas se halla actualmente el Parque Tres de Febrero popularmente conocido como los Bosques de Palermo. Aqu铆 funcion贸 el Colegio Militar de la Naci贸n, pero el presidente Domingo Faustino Sarmiento pens贸 en transformar estos terrenos, ya que al trasladarse dicha escuela militar, en una quinta donde se experimentara con cultivos y se lograra la difusi贸n del conocimiento. Mediante la Ley 658 orden贸 la creaci贸n del Parque Tres de Febrero, el 25 de junio de 1874. Su nombre conmemora la fecha de la derrota de Rosas en la batalla de Caseros.

Comenz贸 un concurso de propuestas para el dise帽o del parque, mientras tanto se concret贸 la forestaci贸n.

Cuando en 1874 asume la presidencia Nicol谩s Avellaneda, 茅ste nombra a Sarmiento presidente de la Comisi贸n que ten铆a a su cargo las obras del parque: la parquizaci贸n, el trazado de las calles, la formaci贸n de los lagos y la creaci贸n de un jard铆n zool贸gico y de un jard铆n bot谩nico.

Sarmiento r谩pidamente comenz贸 los trabajos en el parque a fin de convertirlo en un sitio con 谩rboles similares a los existentes en ciertas ciudades de Am茅rica y de Europa.

El primer sector del parque fue inaugurado por Avellaneda en noviembre de 1875. El presidente plant贸 simb贸licamente una magnolia grandiflora que a煤n se encuentra en el lugar.

En 1891 y hasta 1914 el paisajista franc茅s Carlos Thays asumi贸 como Director de Paseos y Jardines de la Municipalidad. Thays inaugur贸 en su primer a帽o de gesti贸n el Jard铆n Bot谩nico de Buenos Aires. Durante varias d茅cadas Thays fue el encargado de parquizar gran parte de los paseos p煤blicos de nuestro pa铆s.

Los actuales bosques de Palermo, son un conjunto de parques que conforman un enorme espacio verde de 25 hect谩reas en el barrio porte帽o de Palermo.

El Rosedal es una de las zonas m谩s atractivas que  compone el coraz贸n del parque, creado en 1914 con m谩s de 14000 rosales, cuenta adem谩s con un patio andaluz, una glorieta cubierta por rosales trepadores y un hermoso puente que atraviesa el lago.

En el parque no s贸lo est谩n los lagos, adem谩s se pueden apreciar importantes esculturas y destacadas especies vegetales. En el 谩rea se pueden visitar el Jard铆n Bot谩nico, el Ecoparque (ex Jard铆n Zool贸gico de Buenos Aires), el planetario Galileo Galilei y el Jard铆n Japon茅s.



Eucaliptus



                                                             Foto 1

Fotos 1 y 2 - Parque Tres de Febrero

 


 



Fotos 1 y 2 - Lagos de Palermo


Magnolia Grandiflora





                                                



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006-QUINTO GRADO "A" y "B"

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